El futuro es como ese objeto fútil que hurtas distraídamente de la habitación de un hotel (un peine, un cenicero, ¿qué más da?), lo guardas en un bolsillo pensando en otra cosa y lo olvidas ahí durante semanas, quizá meses, quizá años; y un buen día lo encuentras y se te ponen los ojos como platos, porque a la luz de todo lo que te ha pasado desde entonces, dicho objeto (un peine, un cenicero, ¿qué más da?) de repente cobra otro significado, una profunda resonancia que no habías percibido al principio; y sin embargo lo llevaste en el bolsillo todo ese tiempo... ¿Y si no lo hubieras olvidado?: el futuro es eso que siempre te recuerda que tú podías cambiarlo.