Después de la pesadilla psicotecnológica de The downward spiral (1994), sin lugar a dudas su obra maestra, y de una continuación un tanto espesa, Fragile (1999), un disco lleno de grandes momentos que, no obstante, evidenciaba una creciente tendencia al trascendentalismo (disco doble, largos pasajes instrumentales quasi sinfónicos ); después de todo eso, digo, Reznor debía dar un golpe de timón, pues llevaba todo el camino de convertirse en un dinosaurio
Y sí: el golpe de timón se llama With teeth. Reznor es demasiado listo para volverse un dinosario. Después de más de quince años, el tío sigue forjándose una carrera sin tacha.
With teeth recuerda en su mayor parte al sonido más sencillo de su primer trabajo, aquel ya lejano Pretty hate machine (1989) que en muchos momentos tenía más de techno que de rock; aderezado con algún que otro arrebato guitarrero que remite al hardcore de Broken (1992); sin olvidar las minimalistas e inquietantes melodías de piano marca de la casa. No hay largos pasajes instrumentales, los temas van directos al grano y los estribillos son magnéticos, y Reznor aulla con esa mala hostia que da escalofríos. Pero la gran novedad es que, por primera vez, las bases rítmicas se han grabado casi en su totalidad con una batería real, a cargo del ex Nirvana Dave Grohl, cuya contundente pegada le da una gran fisicidad al disco, no reñida sin embargo con las profundas y desoladoras atmósferas que uno espera de Nine Inch Nails. Al principio, uno tiene la impresión de encontrarse ante un mero ejercicio de estilo, pero a medida que lo escuchas te va calando hasta los huesos esa fría llovizna de tristeza crónica que caracteriza la música de este hombre, y entonces sabes que el muy cabrón lo ha vuelto a hacer. El primer single es el tremendo The hand that feeds, aunque para mi gusto el gran temazo es Every day is exactly the same, lo más cerca que Reznor puede estar del pop sin dejar de ponerte los pelos de punta.
En mi opinión, Reznor ha hecho una buena jugada. Si se hubiese limitado a evocar el sonido de sus inicios habría sido un fiasco, pero al añadir una batería real ha aportado un elemento distinto a lo que nos tenía acostumbrados, logrando así renovar (que no cambiar) su estilo. El resultado, en fin, es un disco que nadie podrá decir que no suena a Nine Inch Nails, pero que al mismo tiempo nos da a sus fans la bocanada de aire fresco que andábamos necesitando, algo empachados ya de tanto rollo trascendental. Una gran obra cuya escucha, como no podía ser de otra manera, hay que dosificar si no quieres ver hundirse tu equilibrio emocional. En el pasado llegué a estar bastante tocado con los discos de este hombre. Yo es que soy muy impresionable.