Ahora que cualquier pipiolo saca un disco y ya es el más indie y el más oscuro del mundo mundial, hay que decirlo bien alto y claro: no, tontitos, no, todavía no podéis con Nick Cave. Y eso que os dobla en edad. Menuda exhibición de poderío, elegancia y dominio escénico nos dio anoche el australiano, con sus fieles Bad Seeds a la retaguardia. Hacía unos diez años que no actuaba en Catalunya y se respiraba la expectación. Sus viejos temas suenan igual de transgresores y peligrosos que antaño; cuando tocan Tupelo o Hard on for love (¡se acordaron de Hard on for love!), aún te hacen sentir como si un desastre bíblico se cerniese sobre ti. Y sus nuevos temas suenan vibrantes y arrolladores; su último álbum Dig Lazarus dig parece estar funcionando bien a juzgar por la reacción del público. (Por cierto, el estadio de la Penya estaba sold out. Nunca pensé que este tipo llenaría estadios en España.) Pero lo que más me gustó, nunca me había pasado antes, es la sensación de reencontrarme con un viejo amigo, de que su música ya forma parte inseparable de mi vida. Llevo ya unos quince años de vivencias con banda sonora de Nick Cave, y si al volver a verle en directo compruebas que sigue tan bien como siempre (¿o mejor?), todo cobra sentido de repente. No, tontitos indies, todavía no podéis con él. Tenéis que tomar muchas sopas.