Tiempo. El tiempo podría seguir y seguir y seguir y tú siempre ahí, en alguna parte entre los árboles y el bosque, en algún limbo no previsto donde no puedes ver el sol sino a través de espejos; espejos cóncavos y convexos que, al mirarte en ellos, te devuelven la imagen de lo que serías si esto o lo que serías si aquello. Como no pare de sonar de una puta vez esa canción me va a dar un colapso nervioso. No puedes levantarte a cambiar de emisora a cada minuto. No puedes luchar y regular la temperatura al mismo tiempo. Lo comprendes, pero no puedes evitarlo. No puedes soportarlo. Tiempo, estaría bien que me dieras alguna alegría de vez en cuando, le gritas. Que te pusieras de mi parte para variar un poco. Últimamente no me haces ni puto caso. Nada de lo que hago parece gustarte. Me cobras cien mil años por cada pequeña cosa. Me pides cien mil vidas por conseguir mis sueños. Y se diría que algunos las tienen; se diría que algunos viven cinco o seis vidas cada día, como si llevasen en el bolsillo un pulsador para dilatar su tiempo. ¡Yo también quiero uno!, pero sabes que no lo venden en el Fnac. Lo que hace que la gente consiga sus sueños no lo venden, no. Así que al final te compras un cd. Mientras, el tiempo podría seguir y seguir y tú siempre ahí, en alguna parte entre los árboles y el bosque.