Hace tiempo que el cielo ha caído. Hace tiempo que la noche nos posee y que somos noche. Veo la luz del vecino encendida y jamás sabré quién es. La crítica del trabajo ha sido siempre el eje esencial de toda política que se quisiera subversiva. La crítica se hacía siempre desde algún lugar: otra forma de organización social, una vida otra... Ahora el lugar nos ha abandonado. De hecho, muchos nos han abandonado. Sólo la esperanza deseaba permanecer junto a nosotros. La tuvimos que matar. Entonces nos sentimos más ligeros y pudimos emprender el vuelo.
Vuelo directo hacia un horizonte de agua. Y un horizonte de fuego. Fuego y agua para destruir este mundo. Efectivamente este mundo sólo merece ser destruido para que pueda vivir mi querer vivir que es nuestro querer vivir. La política nocturna no es un rayo de luz en la oscuridad: es una serpiente que está al acecho. Presta al ataque porque no ha dejado ni un momento de atacar. A ti por ejemplo. A tus seguridades que son el oxígeno de la sangre que bombea tu corazón. A tus verdades que son barcos de papel que navegan en tu cerebro siempre a punto de naufragar. A tus amores que no son más que la fotografía ridícula de una puesta de sol. La política nocturna no promete nada que tú ya no sepas. No, no moriremos de vida. Nuestra vida es una aventura en un parque temático. Conocemos cuándo se inició y sabemos perfectamente cuál es su final. En este mundo la única aventura es hacer de nuestro querer vivir un desafío. Y destruir este mundo. Un mundo que no se ha hecho acreedor a ninguna lágrima. Porque la realidad es demasiado asquerosa. Bajo sus axilas ha crecido una inacabable urbanización que arroja un río de sudor pestilente al mar. Entre sus piernas tiene lugar una guerra feroz que no termina nunca: todos contra todos. Mientras, desde lo alto, Dios se ríe y, de tanto en tanto, empuja con su mano a alguien. Hacia abajo. Hasta que hundido en su propia miseria cotidiana ya no pueda respirar. Los cadáveres putrefactos quedan expuestos al sol y están llenos de moscas. En el culo del infierno donde nadie se puede desentumecer, trabajamos con luz fluorescente. Vivimos muriendo durante un día que no tiene fin. Ensayamos la muerte. Hace siglos que no hemos sentido el aire húmedo que agita las ramas de un almendro en flor. No hay afuera. Sólo esta realidad obscena que no esconde nada. Nosotros somos sombras devoradas por el miedo que se pasea buscando un amigo. El miedo es el mensaje. La realidad es obscena porque no cesa de comer dinero. En su vagina introducimos monedas para comprar un poco de tranquilidad de cara el futuro. Nos cuesta admitir que no hay futuro. La realidad caga dinero, y nosotros acudimos corriendo en busca de migajas. ¿Cuando nos atreveremos a escupirle su propia abyección?
La economía es un gran casino
donde la ruleta decide, minuto a minuto, el precio de la vida.
Y yo, cada día aplazo mi muerte
mientras el índice Nasdaq baja.
El ascensor también baja.
¡Si yo pudiera algún día tocar fondo!
La libertad es una cárcel al borde del mar.
Si todo me ata
si la puerta que se abre no da Afuera
si mis sueños son pesadillas que no tienen fin
si la única ventana que tengo es la televisión. ¿Por qué he podido?
¿De dónde he sacado la fuerza para pensarlo?
Dinero gratis.
El dinero es un código: tener dinero/no tener dinero. Esta diferencia hace funcionar la máquina de repetición llamada realidad. Nada escapa a dicha diferencia, todo se reconduce a ella... y así se (re)produce el orden monetario, es decir, el orden. Y no pasa nada. Nunca pasa nada. La violencia de la moneda excluye y obliga al trabajo. El dinero gratis, en cambio, bloquea este código y ataca la realidad. El dinero gratis es una moneda viviente. Moneda porque es el resultado de un extraño intercambio: expropiación de mercancías, desvío de la lógica del capital... Viviente porque, justamente por el modo de dársenos, es una victoria contra el miedo y la soledad. Como moneda viviente que es, el dinero gratis no se pliega jamás al código. Por eso el dinero gratis no se pide, se impone. Más exactamente: nos damos dinero gratis. Y podemos hacerlo siempre, aunque seamos prisioneros de nosotros mismos. Aunque no lo sepamos explicar muy bien. Basta quererlo. El instante que te quiero ofrecer es una piedra transparente hecha de luz que cuando la arrojes al lago no haga ruido. Pero este instante no existe. Sólo te puedo dar dinero gratis. Querido, toma mi mano. La experiencia del dinero gratis produce daño. ¿Qué experiencia si es verdadera no es dolorosa? La moneda viviente se graba en nuestro cuerpo pero nos hace más valientes. Y también más libres. Vomita el ser que somos. Preferiría no alejarme. Huyamos donde por fin pueda mirarte a los ojos. No dejemos nada atrás, sólo esa vida nuestra incapaz de seguirnos. La piedra herida por el frío no dirá la respuesta. El dinero hiede a muerte, y porque es muerto, puede acumularse. El dinero gratis nos libera del dinero. El cielo ha caído y se enreda entre mis piernas para que no pueda andar. Si la realidad ha enloquecido tenemos que inventar conceptos delirantes. El dinero gratis no nos pertenece: es de todos y, a la vez, de nadie.
Es un grito de asco contra el mundo.
Es un grito de guerra contra este mundo.
Es el grito del querer vivir.
No me lo he inventado yo, no es una broma ni tampoco literatura: es el Manifiesto del dinero gratis, estandarte de los movimientos Dinero gratis y Yomango. Me limito a contribuir a la libre circulación de la información.
Dios santo. Voy por la tercera lectura y sigo con esta cara o_0. ¿En qué no dará la humanidad?
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