Hoy me he hecho el propósito de dejar de quejarme de una vez. A mis 33 años tengo un trabajo que apenas me da para pasar el mes, pero en el que no pego ni sello, lo cual me permite escribir mucho. Sí, escribo a escondidas en el trabajo. También me permite bloguear. Me paso la mañana blogueando. ¿Cuánta gente querría tener un trabajo así? En realidad soy afortunado. Ayer estuve a punto a punto de meterme a comercial, pero en el último momento decidí aguantar aquí. ¡Es que para ganarse la vida como comercial hay que currar mucho! Además, como aquí tengo las tardes libres podré permitirme preparar unas oposiciones a las que he decidido presentarme. La academia cuesta un pastón, pero creo que mis padres me ayudarán. Sí, con 33 años y todavía pidiendo ayuda a mis padres.
En fin, que voy a dejar de quejarme, más que nada por mi salud mental y la de mi compañera. En realidad soy afortunado.
Hoy me siento bien. Así, simplemente. El futuro es un enorme y pesado interrogante que pende sobre mi cabeza, pero estoy alegre. No sé por qué, pero es fantástico. Todos los días deberían ser como hoy. Todos los días deberían ser hoy.
En la soñolienta ansiedad de un lunes por la mañana, escribo esto.
El sábado por la noche, una preciosa gangster llamada Rosalía logró apartarme un poco de la siempre inminente caída. Y también Indiana Jones, Jack el Destripador, un(a) gimnasta suec@ y algunos más
pero ante todo Rosalía, que es la luz de mis noches y, aunque yo ya lo sabía, este fin de semana me he dado cuenta otra vez, y el asombro que me da asombrarme tanto cada vez que me doy cuenta es el milagro que me hace seguir adelante. Los pocos que leen este blog sabrán que no acostumbro a contar intimidades, pero hoy quiero hacerle un homenaje por todos los medios posibles a esa persona maravillosa sin la cual me hundiría mucho más a menudo y que aguanta mis manías y mis estúpidos accesos de mal humor a pesar de no tener ninguna obligación, y hasta consigue devolverme la cordura un poquito.
Niña, vales un imperio. No lo olvides nunca.
Hoy me he enterado de que tengo alergia a la lactosa. ¡La virgen! No me habría sorprendido que me hubiesen dicho, qué sé yo, que tuviese el colesterol alto, o el azúcar, o algo así. ¡¿Pero alergia a la lactosa?! La hostia, si llevo 33 años bebiendo leche, y yo creía que me sentaba bien. Cuando tenía ardor de estómago, lo cual me sucede a menudo, un buen vaso de leche y como nuevo. Pues ahora ya no. Ni cafés con leche (ay), ni tostadas con mantequilla (ay), ni espaguetis a la carbonara (ayyy), ni mozzarella en las pizzas (arrrggg!), ...
A partir de ahora sólo té, margarina vegetal y leche de soja. Un abismo se abre ante mí.