31 de Enero 2006

TODOS SOMOS ESTRELLAS EN EL ANTIKARAOKE

Antikaraoke

Angustio era un soñador frustrado, un tipo que había tenido la osadía de acariciar el cielo antes de alcanzarlo, y el cielo no le había devuelto la caricia. (El cielo no devuelve caricias: o se abre o no se abre.) A sus treinta y largos, gordo, calvo y con gafas de culo de vaso, aún soñaba con ser una estrella del rock.

Unos diez años atrás, cuando era un chaval delgado y con una leonina cabellera, y vestido a la moda grunge, había estado en un par de grupos de rock, ahora tocando la guitarra, ahora el bajo, ahora cantando; no tenía muy claro lo que quería hacer, sólo sabía que iba a ser una estrella del rock. Iba a ser especial, alguien cuya simple presencia en un escenario resultaría magnética y haría enloquecer a la gente. Sí, no había duda; no sabía cómo, pero iba a ser una estrella. Iba a ser como Elvis. No, como Angus Young. No, como los Ramones. No, como Mick Jagger…

Pero poco a poco, y sin darse cuenta, lo fue dejando. Ya se sabe, la vida es dura y hay que buscarse un trabajo serio y bla bla bla. Y ahora se arrepentía y se aburría como una puta ostra. Ah sí, tenía amigos; ah sí, tenía pareja; ah sí, tenía una casa apañadita y un sueldo también apañadito. Digamos que, sin ser un triunfador, tampoco le iba mal. Peor sería estar debajo de un puente, se decía a sí mismo para animarse. Y sin embargo no era feliz, le faltaba esa experiencia catártica que le hiciera sentir especial, que le elevase más allá de la gris cotidianidad de su existencia. Que le devolviese la excitación de antaño, aquel precioso destello de locura. Y lo peor era que con su aspecto actual ya no se veía como estrella del rock…

Pero estaba equivocado. Todavía podía ser una estrella, claro que sí: al menos una noche a la semana. Descubrió el Antikaraoke de Rachel Arieff, una bella y loca artista yanqui que cada lunes a las 10:30 de la noche organiza y presenta un maravilloso desmadre en la sala Sidecar de BCN.

Antikaraoke

Se trata de un karaoke muy especial, en el que la letra no se lee en un monitor con videoclips cutres de parejas por la playa y todo eso, sino en un sencillo atril (y en realidad, ¡a quién coño le importa la letra!); y en el que no importa demasiado que no tengas buena voz (aquí no se atreven los típicos pijos que hacen gorgoritos), sino el entusiasmo que le pongas y el pedazo de show que seas capaz de dar, a lo cual responden los parroquianos con verdadero fervor.

Antikaraoke

Antikaraoke

Y lo más importante, un karaoke en el que las canciones no son de Chenoa, Bisbal y demás, ¡sino de Guns’n’Roses! ¡AC/DC! ¡Los Ramones! ¡Los Doors! ¡Elvis, Bowie, los Beatles, los Stones…! (No se asusten los poperos, también están Duran Duran, Alanis Morissette, Michael Jackson, ABBA… Hasta Frank Sinatra está. La selección, en fin, es estupenda.) La bella Rachel es muy buena animando el cotarro y además hace algún que otro número cómico, parodiando a Axel Rose, Madonna, Michael Jackson, Courtney Love…

Antikaraoke

Antikaraoke

Así pues, Angustio descubre no sólo que aún puede ser una estrella, sino también que hay muchas personas con la misma necesidad que él, de ambos sexos y de todas las edades y condiciones. (No todo son calvos y gordos, como podéis ver...)

Antikaraoke

Antikaraoke

El entusiasmo va aumentando a medida que transcurre la noche, las ganas de los intérpretes se contagian y acaba subiendo media sala al escenario, aullando al unísono la canción escogida por Rachel para terminar el show (anoche fue Bohemian rapsody de Queen). Es maravilloso verlos ahí arriba, viviendo al fin sus sueños. Un colofón sinceramente apoteósico, tan emocionante como un concierto “de verdad” (según qué conciertos, incluso más).

Antikaraoke

Antikaraoke

Angustio ya es feliz, ya es una estrella todos los lunes por la noche. Porque, como dice Rachel, en el Antikaraoke todos somos estrellas.

(Imágenes amablemente copiadas del sitio web de Rachel Arieff.)

20 de Enero 2006

UN ARTISTA DEL BARRO RADIACTIVO

Era el tipo que se dedicaba a limpiar el barro del desagüe de una central nuclear. (No me preguntéis por qué carajo había que limpiar el barro del desagüe de una central nuclear; ¡se hacía, eso es todo!) Lógicamente se aburría como una puta ostra allí dentro, solo en aquel gigantesco desagüe cuya oscuridad, apenas rota por el haz de luz de la linterna del pobre hombre, parecía no tener fin, como un pavoroso agujero negro en mitad de la Tierra. Un día, harto del inmundo vacío de su vida, sacó la botella de Soberano que traía siempre bajo la escafandra que le protegía del barro radiactivo, y empezó a beber. No era un hombre de excesos, tan sólo acostumbraba echar un par de tragos para calentarse en invierno, pero esta vez se dejó llevar y se bebió la botella entera. Pilló un pedal como un piano y no se le ocurrió otra cosa que quitarse la escafandra y ponerse a jugar con el barro.

Cuando despertó de la cogorza, con un dolor de cabeza indescriptible, se encontraba tumbado y cubierto de barro de pies a cabeza, y se asustó mucho. Entonces vio algo que le dejó perplejo: junto a él, a la luz de linterna apareció un montón de magníficas esculturas de barro radiactivo, un verdadero trabajo de artista. No recordaba nada, pero sólo podía haberlas hecho él, pues nadie más entraba en el desagüe. No acertaba a comprenderlo, nunca se había creído capaz de tal cosa. (¿Que qué representaban las esculturas?, ¡y yo qué sé!)

Juró no volver a hacerlo, no quería pillar un cáncer fulminante. Sin embargo no fue capaz de destruir las esculturas: eran lo único bonito que había hecho en su vida. Así que las sacó del desagüe y las escondió por los alrededores para poder contemplarlas cada vez que hiciese una pausa en el trabajo. El resto de sus días transcurrió en la misma espantosa vacuidad que siempre... pero no fue mucho tiempo: después de todo, al final le salió un cáncer igualmente y murió al cabo de algunos años.

Poco después de la muerte de aquel hombre, por casualidad pasó cerca del desagüe un marchante de arte y encontró las esculturas. (¿Que qué hacía por ahí un marchante de arte?, ¡meteos en vuestros asuntos!) Cargó en su coche todas las que pudo y se las llevó a su galería, donde fueron inmediatamente apreciadas por la crítica y admiradas por el público, y se hizo rico con ellas. Más tarde murió también de cáncer, pero hasta entonces se dio la vida padre.

19 de Enero 2006

PARADOJA

Cuanto más tiempo pasaba soñando, más se alejaba su vida de sus sueños.