16 de Mayo 2007

POET IN PROCESS (III)

El primer videoclip de los Poet In Process. Y podéis ver actuaciones aquí.

9 de Mayo 2007

NEW YORK, NEW YORK (II)

New York

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El sábado 7 de abril fue nuestro primer dia completo en New York y el protocolo exigía hacérnoslo de turistas borregos y recorrer el Midtown: Times Square, el Rockefeller Center, la 5ª Avenida, la joyería Tiffany’s y, en fin, todas esas cosas que no sirven para nada y todo el mundo se muere por ver.

Estábamos desayunando antes de arreglarnos para salir y echando un vistazo a la agenda del New York Times que compramos anoche, y doy un bote en la silla cuando leo que los venerables Iggy & The Stooges actúan el próximo martes 10 en una sala de conciertos llamada United Palace, en Broadway con la 175, a la altura de un barrio llamado Washington Heights (arriba del todo de Manhattan, más allá de Harlem). Yo aún no he escuchado el último álbum de los Stooges y, de hecho, todo el mundo dice que no vale un carajo, pero aun así sería una triunfada verlos en New York… No quiero marcharme de aquí sin haber ido a un concierto y los directos de Iggy Pop son una apuesta segura, con o sin los Stooges. Las entradas cuestan de treinta a cuarenta dólares cada una… Se lo propongo a Rosalía, que no es que se ponga a tirar cohetes precisamente; ella preferiría ver a algún otro grupo, pero tampoco se anuncia ninguno que le guste demasiado… Una vez más, la pobre acaba aceptando (no me la merezco). Acordamos aprovechar hoy mismo, que visitamos la parte más comercial de la isla, para buscar las entradas. Nos arreglamos y salimos, ¡¡la Gran Manzana nos espera!!

(Por cierto, a partir de ahora intentaré resumir bastante, que a este paso no acabaría ni el año que viene. Me centraré sobretodo en las fotos y sólo me extenderé con las anécdotas de turno.)

Callejeando hacia Times Square:

New York

New York

New York

De camino notamos la contradictoria y a momentos mosqueante naturaleza de los neoyorkinos. Al principio parecen ariscos y un punto altivos. Nada les detiene. Frecuentemente, en las calles y avenidas más concurridas, se chocan contigo y ni se dignan a mascullar un “sorry”. Y las pijas son particularmente repelentes, SIEMPRE hablando por el móvil, andando apresuradamente con la vista fija al frente y cara de importarles una mierda todo. Da la impresión de que podría ocurrir cualquier cosa (excepto que se hundan las Torres Gemelas) y ellos seguirían su marcha sin inmutarse para no llegar tarde a sus Importantísimos Destinos. Sin embargo, no se puede sacar un plano sin que se te acerque alguien a preguntarte si necesitas ayuda (otro topicazo, otra realidad). Nos pasó todos los días. Incluso una vez se nos acercó un tipo hablando por el móvil y, sin cortar la comunicación con su interlocutor, se ofreció a orientarnos hacia el lugar que estábamos buscando; algo impensable en España, que yo sepa. Ya os dije: “la inesperada amabilidad de los neoyorkinos”.

…y Times Square. Reconozco que me quedé acojonado con Times Square. Hace años, este lugar era el punto de encuentro de todos los vicios concebibles por el hombre, habitado por putas, chulos, jugadores y demás; pero ya no hay nada de eso. Para bien o para mal, las remodelaciones del alcalde Giuliani lo convirtieron en el mayor y más alucinante monumento a los mass media que podáis ver en vuestras vidas. Una plaza que es un espectáculo por sí misma. Yo suelo odiar la publicidad, los grandes eventos, la mediatización… pero, ante algo tan rematadamente megalómano como Times Square, el intelecto decididamente dimite y se vuelve uno como una polilla hipnotizada por la luz de una farola. Las fotos no le hacen justicia, de verdad. Estar ahí en medio es una experiencia extrema para ojos y oídos. No sabes adónde mirar. Hay tal concentración de pantallas, displays, carteles, luces y colores, que si en ese momento vieras al mismísimo Duende Verde volando por ahí, no te sorprenderías demasiado. Me recuerdo repitiendo: “No es normal. No es normal”. (No sé si llamarlo “bueno” o “malo”, pero desde luego no es normal.) Haceos una vaga idea:

New York

New York

Cuando empiezan a dolernos las cervicales de tanto mirar hacia arriba y las mandíbulas de estar con la boca abierta, decidimos entrar en la gigantesca Virgin Megastore a ver si tienen entradas para los Stooges. No es así, pero un dependiente nos dice que las podemos encontrar en una tienda de discos del Rockefeller Center, que precisamente hemos de visitar. De acuerdo. Tomamos un tentempie en el Starbucks (qué mierda de sitio, fue la primera vez en mi vida que entré en uno y no espero repetir), posponemos lo de las entradas y seguimos callejeando, primero Broadway arriba y luego hacia la parte Oeste de Manhattan, mucho más tranquila. Algunas imágenes por el camino:

New York
Una limusina vista desde el interior del odioso Starbucks de Times Square.

New York
“Te han estado mintiendo. Hay un Dios. Él te conoce. Él te ama. Él tiene un plan”. ¿El cartel de un musical de Broadway? ¡No! ¡Son las misas juveniles de la Iglesia de Times Square! (Los viernes a las siete de la tarde, por si a alguien le apetece.)

New York
En la derecha, otra limusina a la puerta de un teatro de Broadway. Por cierto, se representaba El color púrpura, había una cola considerable para entrar (debían ser las tres de la tarde) y todos los que hacían cola eran familas negras muy engalanadas, no logré ver ni a un solo blanco. Curioso.

New York
En la izquierda, un típico depósito de agua de New York. Están por todas partes, muchísimos edificios los tienen, incluidos los rascacielos. No me preguntéis para qué carajo sirven (¿es que aquí no hay cañerías o qué?) En la derecha, ooooootra iglesia.

New York
¡Sí! ¡Sí! ¡Las alcantarillas de New York echan humo, doy fe de ello!

Luego volvemos hacia el Este, al Rockefeller Center, el complejo privado más grande del mundo, entre las Avenidas 5ª y 6ª y las calles 48 y 51, que contiene jardines, tiendas, restaurantes, bancos… y hasta un teatro, el legendario Radio City Music Hall, aquí lo tenéis:

New York

Pero en la tienda que nos habían dicho tampoco tienen las puñeteras entradas; ahora nos remiten ¡¡a la NBA Megastore!!, que está en la 5ª Avenida con la 52. Me lo tienen que repetir para que lo entienda, no por el idioma, sino porque es el último sitio en el que se me habría ocurrido que las tuviesen. Me da que ya me están tomando el pelo. Pero bueno, una vez más nos viene de paso (parece hecho a propósito), así que tampoco perdemos nada preguntando en la NBA de marras. Vaaamos para allá.

New York
En la izquierda, la celebérrima pista de patinaje del Rockefeller Center. En la derecha, llegando a la 5ª Avenida por la calle 50, justo frente al Rockefeller, nos topamos con la Catedral St Patrick, de estilo neogótico.

Llegamos a la NBA Megastore. Algo escépticos preguntamos si venden entradas de conciertos y nos señalan un mostrador de Ticketmaster, una empresa que tiene el monopolio de la venta de entradas de espectáculos de todo Estados Unidos y cobra por ellas unas comisiones muy elevadas. Acabáramos, lo había olvidado. En los 90 hubo bastante polémica cuando el grupo Pearl Jam intentó organizar una gira sin la mediación de Ticketmaster para no encarecer el precio de las entradas, y apenas consiguió contratar unas cuantas fechas, pues casi todas las salas de conciertos del país se negaron a dar la espalda a la citada compañía, temiendo que ésta las dejase al margen de futuros eventos como represalia. Desde entonces no había vuelto a oír hablar de ello, pero ahora voy a comprobarlo in situ: efectivamente, una entrada para los Stooges vale unos treinta y nueve dólares, pero Ticketmaster te carga diez dólares más de comisión; y si quieres dos asientos contiguos, dos dólares más cada uno. Total, dos entradas para los Stooges: unos cien dólares. Que les den por el culo, digo, y nos largamos de la Megastore. En realidad no son los veinticuatro dólares de más, sino la rabia que da que te los cobren por la jeta. Aun sin muchas esperanzas, me agarro a la remota posibilidad de que en las taquillas del United Palace vendan las entradas sin la comisión de Ticketmaster, y comento a Rosalía que otro día podríamos ir allí a preguntar. Mi sufrida Rosalía asiente.

Comemos tarde, sobre las cinco, en un fast food hispano, y continuamos por la 5ª Avenida hacia arriba, en dirección a Central Park. Por cierto, debo decir que la Quinta nos parece un asco. Agobiante, abarrotada de gente, no tiene otro interés que las tiendas de lujo, al menos el tramo desde la 51 hasta la 57, donde se halla Tiffany’s: seguramente la zona más comercial del mundo. Una auténtica feria de vanidades. No me apetece hacer ninguna foto. Entramos en Tiffany’s: decenas de turistas se apiñan alrededor de las vitrinas. Salimos a los dos minutos. Llegamos casi a las puertas de Central Park, pero estamos demasiado cansados para verlo: es más del doble de grande que la distancia que hemos recorrido hoy. Ya vendremos otro día. Tomamos el metro para casa (en el próximo capítulo hablaré del metro de New York, que tiene su tela) y pasamos el resto de la tarde tumbados en el sofá, haciendo zapping. En un canal hispano (hablan en español) dicen que ayer, en Washington Heights, unos pandilleros atropellaron intencionadamente a un chaval y lo mataron. Primero le siguieron a pie y estuvieron un rato metiéndose con él, y luego subieron a un coche y le pasaron por encima. Salen los familiares destrozados, los vecinos conmocionados. De repente ya no me apetece ir a Washington Heights a ver a los Stooges.

En fin. Para no acabar el día con esta nota siniestra, después de cenar decidimos ir a tomar algo por nuestro barrio, donde no parece haber problemas de violencia. Rosalía, que durante los preparativos del viaje se preocupó de buscar en internet direcciones de smoker friendly bars, o más coloquialmente cigar bars (es decir, bares donde se puede fumar), recuerda que tenemos uno, el Merchants East, a sólo una manzana de casa, en la 1ª Avenida con la 62. Es un milagro de magnitud bíblica, teniendo en cuenta que sólo hay unos catorce o quince en toda la ciudad. Pues allá que nos vamos. Después de un día entero sin poder fumar en ningún local, ni tampoco en el apartamento, pues la ausencia de ceniceros nos indica que nuestro arrendador no fuma y no queremos que se moleste, una simple cervecita en el Merchants con un cigarrillo entre los dedos nos devuelve el buen rollo, comentando lo que hemos visto hoy y especulando con lo que veremos mañana, que promete ser mucho más auténtico (un partido de los Yankees, una visita al Harlem, algún suceso que no esperamos…) Y desde ahí despido este capítulo. To be continued.

New York

(Imágenes por HenryKiller.)

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